dead-lights

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miércoles, 19 de mayo de 2010

Re-cordis

Y en aquella fría noche la pequeña joven oía el hermoso sonido de aquel violín, sus suaves y tranquilas notas.
Notar como la brisa se mecía al ritmo de su dulce melodía.
Cerró los ojos y suspiró.
Si tan sólo ella pudiera tocar algún instrumento con esa libertad, con esa gracia y bondad.
Las notas seguían fluyendo demostrándole lo bello que puede ser un simple instrumento sólo, lo bonito que era el respirar un aroma cargado de canciones que hacían estremecer hasta el más pequeño corazón del planeta.
Sólo los corazones más puros podían comprender todo lo que significaba aquella música, la alegría, la tristeza... Todo en uno, simple, sencillo, armonioso.

Aún así la joven seguía sufriendo en silencio, por mucho que intentara encontrar la parte feliz de aquel son, su alma seguía consumiéndose, triste, vacía.
Todo lo que el violín volvía gentil, venturoso; ella lo convertía en su interior en oscuridad.
Incluso oyendo esos acordes no podía dejar de recordar y pensar en lo pasado.
Dolor, odio, resentimiento... angustia, padecimiento, cansancio...
Su corazón gritaba desolado, gritaba pidiendo clemencia para aquel escozor que sentía, era un momento en el que realmente deseaba poder tocar su corazón con sus propias manos... al ritmo sinuoso de la melodía, acariciarle... decirle que todo iba a pasar y arrancarlo de su sitio. Dejar un hueco donde antes estuvo y destrozarle contra el suelo...
Difícilmente la muchacha podía respirar... difícilmente podía tragar... era IMPOSIBLE, técnicamente imposible que aquello pudiera sucederle tantas veces... y seguir... y que volviera a ocurrir... y seguir...
Ni tan sólo el pasear, el dejarse llevar, la consolaban.
¿Por qué tenía que doler tanto?, ¿por qué tenía que ser tan difícil?, ¿qué había echo ella?...
Sentía que haber nacido con aquel corazón era su cruz... nacer con esa personalidad y mentalidad era su castigo... existir con ese martirio de vida era... ¿qué?, ¿lo que merecía? ¿Por qué? Nunca había echo nada... siempre era todo lo bondadosa que podía, quizás era que no hacía nada más... pero no tendría lógica y por su desagradable mentalidad todo debía tener lógica...
¿No había alguna manera de vivir sin corazón? ¿De vivir sin sentir, sin pensar?
La chica se derrumbó en el suelo, aún oyendo el violín que no cesaba. Estaba demasiado cansada y ya ni la música le calmaban los nervios.
Colocando sus delicadas manos en su rostro para tapar todas las lágrimas que caían suicidas de sus ojos pensó:
"Los sentimientos no sirven para nada... ¿no los puedo despojar de mí? ...
¿Debo morir en vida o debo intentar viviendo morir?
Es todo tan complicado............................... Ni siquiera hay palabras para seguir.....
Y sólo aparece una palabra que me hace sentir mejor, que me ayuda a pensar que sí hay una solución a esto... a escapar de todo... "

La mujer desapareció dejando tras de sí un halo de pena, una brisa triste y decaída.

-Mamá, ¿pueden sentir dolor los fantasmas?
-Imagino que sí, hija, ¿por qué? -La niña se encogió de hombros y marcharon; olvidando la pregunta, felices a casa; terminando así, de oír aquella hermosa canción tocada en un parque, en el centro de la ciudad, por un joven violinista.
Un muchacho que por encima de todo amó a su instrumento, un dulce chico que sin importar lo que sentía la gente a su alrededor olvidó mostrar ese pequeño cariño que todos necesitan aunque sea una vez en la vida.
Sobre todo si, como aquella chica, están solos...

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