Ésta es mi bola de cristal: pequeña, brillante, atrayente...
Es hermosa cuando la observas y tiene algo que embriaga los sentidos. Su interior brilla con el sol como si fuera a desaparecer de un momento a otro y su soporte tiene unos dibujos bordados en madera; dibujos que atraen a la vista, figuras que demuestran alegría.
Al darle la vuelta puedes ver como minúsculos trozos de brillantina plateada caen, como si fuera lluvia; una lluvia especial y hermosa.
En sus adentros todo sigue siendo alegre, hasta que un día se me rompió...
La pobre cayó, se resquebrajó y se rompió en cachitos, tan finos, que no fue fácil volver a pegarlos...
La volví a formar, arreglándola después de tantos años, sufriendo los dolores y angustias de la tierra por no estar dentro alejada de todo. Entonces, en el momento en el cual mejor estaba no me percaté de la pequeña rotura que todavía seguía teniendo y que no pude quitar, la oscuridad, en ese momento, aprovechó para colarse, para hacerse un hueco en mi pequeño santuario de felicidad y empezó a volverlo gris y triste.
Ahora, esa pequeña bola de cristal: bella, tranquila, feliz... se a transformado en un mundo real. En un sitio del cual no puedo escapar y toda la bondad y dulzura que se encontraba en su interior se fue fuera, lejos de allí.
Ya no puedo escapar de mi bola de cristal, ya no hay nada que me aleje de allí pero tampoco hay nada por lo que desee quedarme...
En este momento sólo quiero que vuelva a romperse, a hacerse mil añicos y poder escapar; aunque vuelva a doler por lo que la amo.
Pobrecita mi pequeña ciudad de lluvia.
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